Con mi hermano mayor comparto más que un lazo sanguíneo, tenemos aficiones similares, pero en especial, disfrutamos la ciencia ficción con el mismo entusiasmo. Recuerdo cuando los Expedientes Secretos X eran la sensación del momento en televisión abierta, en aquellos días él debía trabajar hasta tarde y yo, que llegaba temprano a casa después de un día de escuela, insertaba un casete en la videograbadora VHS para guardar el episodio de la semana y verlo juntos unas horas más tarde. A veces los conservábamos para la posteridad, ya que en ese entonces no era tan sencillo adquirir una serie en DVD, pero sin importar el destino de los contenedores o la información, la idea al final era que mi mentor no se perdiera del programa. Desde entonces, la tecnología ha evolucionado a pasos agigantados y en lugar de que usemos arcaicas cintas magnéticas, recurrimos a sistemas avanzados para almacenar fragmentos de la transmisión televisiva, aunque hasta hace un par de años el problema seguía siendo el mismo, debías programar tu dispositivo o de otro modo, la oportunidad pasaba y tenías que esperar a que se emitiera de nuevo.
Para Latinoamérica, con amor
La televisión a la carta surgió como una solución sumamente práctica ante tal dilema, evitando la esclavitud de horarios para dejar que tú decidas qué ver y cuándo, a completa discreción. Este nuevo vehículo mediático funciona de modo muy sencillo, lo único que necesitas es suscribirte a un proveedor de servicios, tener conexión de Internet y un dispositivo compatible; así, todo el contenido se transmitirá por red a tu televisor. En la actualidad existen numerosas alternativas, todas ofreciendo un extenso catalogo, incluida la mayoría de estrenos de cine y televisión, a un precio realmente bajo (aproximadamente ocho dólares). Netflix es la más completa, mejor diseñada y con mayor alcance de estas ofertas de entretenimiento, una autentica maravilla que por el momento sólo tiene un gran defecto, es exclusiva de Estados Unidos extendida hace poco también a Canadá, en los países latinoamericanos tendremos que esperar para disfrutar de sus bondades, aunque la demora está próxima a su fin.
A principios de julio pasado, Jessie Becker, vicepresidente de Marketing de Netflix anunció en el blog de la compañía que el servicio se expande a 43 naciones de Latinoamérica. No especificó la fecha exacta, ni las implicaciones para cada país, pero es evidente que el servicio de transmisión digital de contenido multimedia deberá enfrentar varios retos para que su plataforma sea aceptada en nuestro territorio.
Viacrucis tecnológico
Para que una película en calidad 720p se transmita vía Netflix a tu pantalla, necesitas una conexión de al menos cinco megas, desear que la calidad ascienda a 1080p requerirá de una muy fuerte inversión monetaria para escalar tu servicio de Internet a una línea empresarial. La Unión Americana tiene las mismas condiciones que México en relación a velocidad y rendimiento en conexiones de Internet. Vaya, estamos igual de atrasados en todo el continente si nos comparamos a Europa, Japón y Corea. La diferencia es que el porcentaje de la población norteamericana que tiene acceso a Internet en su hogar, y más aún a servicio de alta velocidad, es sustancialmente mayor que en toda Latinoamérica, tan sólo el año pasado se contabilizaron 80 millones de suscriptores en tierra estadounidense mientras México, Argentina y Brasil apenas suman 35 millones.
¿La razón? Los costos de comunicación en línea. Contratar un servicio de banda ancha no es barato, aún se considera un lujo para ciertos sectores de la población. El problema es que lo anterior no evita que compartamos la misma necesidad por nuevas opciones para consumir contenidos audiovisuales. Si en Estados Unidos, donde tienen los productos de entretenimiento de primera mano, 30% de su tráfico de Internet está relacionado con transmisiones de Netflix, qué sería de otros países con oferta televisiva limitada en donde se desea no sólo la programación local sino acceso a la de cadenas norteamericanas.
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