Los zombis y los aliens siguen invadiendo nuestras consolas, películas y series de televisión; como la plaga que son, se reproducen a través de todos los medios de entretenimiento, con mejores y peores ejemplos, desde hace por lo menos 50 años. Y nos encanta.
Pero ya se trate de no muertos o extraterrestres, estos no han representado siempre el mismo papel en el arte y el entretenimiento. En este artículo exploraremos por qué la figura del zombi es tan conveniente en los videojuegos (el exponente más cercano es Dead Island), y tan aterradoramente atractiva en las películas, además de hacer una breve revisión de los símbolos que psicológicamente los hacen uno de los enemigos más socorridos, y los aliens (que recientemente vimos en Resistance 3), una de las más terribles en proyecciones del temor a una humanidad que pierde el piso... literalmente.
[b]Lazos familiares[/b]
A pesar de que los primeros ejemplos de humanoides con comportamiento siniestro se remontan a leyendas mesopotámicas y la mitología hebrea del gólem, además de las caprichosas irrupciones de los dioses griegos en la vida de simples pastores, el zombi y el invasor han sido construidos como los conocemos gracias al cine.
El zombi, ese ser espantoso siempre dispuesto a ser cercenado, es resultado de la interpretación que el cine hizo de ciertas leyendas caribeñas, concretamente de Haití, cuya cultura criolla vio nacer la religión vudú. Hemos abordado ejemplos de la fecunda relación entre zombis y cine en otra oportunidad; para lo que trataremos aquí, el zombi simboliza la oportunidad de los protagonistas humanos de rescatar lo humano que queda en ellos mismos.
Chuck Greene, por ejemplo, tiene una motivación muy cercana para ejercer los más diversos y creativos asesinatos zombi: salvar a Katey y proveerla de Zombrex. Sin entrar en spoilers innecesarios, podemos pensar que el aterrador Final F de Dead Rising 2 simboliza precisamente esta imposibilidad para mantener vivo lo que más nos importa frente a una amenaza fuera de control, pero sobre todo, la frustración de no hacerle frente de todas las maneras posibles. La horda es la representación de ese miedo latente que se desata, una fuerza externa e incontrolable que nos arrebata lo que más queremos.
Es el mismo caso en Resistance 3: Joseph Capelli no sólo debe detener o mantener a raya la amenaza Chimera, sino que debe hacerlo porque su familia está en riesgo. Vemos nuevamente cómo una fuerza incontenible (en este caso extraterrestre) adquiere poder a través de la destrucción, amenazando con quitarle al protagonista lo que más le importa.
En estos casos, no se trata de lo que se destruye al matar zombis o aliens, sino lo que se salva al hacerlo.
Ejemplos aparentemente de parodia como Zombieland ponen en relieve cómo los zombis suelen ser un recurso para mostrar diversos lados de lo humano. Esta película no trata sólo del viaje de Columbus a casa, para ver si sus padres siguen vivos, ni tampoco de un dudoso manual de supervivencia post Z-Day: aquí los no muertos son el elemento que hace posible el desarrollo de la confianza entre cuatro personas en una situación sumamente adversa. A pesar de que Tallahassee, Wichita y Little Rock son personajes que Columbus nunca hubiera considerado cercanos, termina estableciendo un lazo afectivo y de confianza con ellos (y cuántas veces la gente más cercana a nosotros se comporta como zombi): después de todo, bien cabe la posibilidad de que sean los últimos cuatro sobrevivientes de Estados Unidos; la supervivencia de la humanidad queda representada en ellos y en su difícil convivencia (y claro, la película vale la pena por el genial episodio con Bill Murray haciendo de Bill Murray, algo que siempre se aprecia).
El bicho que vino del espacio
En The fourth kind (El cuarto tipo), la doctora Abigail Tyler ve cómo su vida se desmorona después del aparente suicidio de su esposo. Al mismo tiempo, los pobladores de Nome, Alaska, comienzan a consultarla por extrañas pesadillas, similares a las que tenía su esposo; cuando ella experimenta evidencias de haber sido abducida (propiamente, de haber experimentado un encuentro del cuarto tipo), la pesadilla se vuelve realidad: el invasor de quien su esposo sospechaba, esas criaturas que lo perseguían en la noche, ahora están tras ella y su pequeña hija. Pero ya desde la primera aventura de la oficial Ellen Ripley en Alien de 1979, y aún antes en La guerra de los mundos, en la legendaria transmisión radial de Orson Welles en 1938, fueron disparadores de los temores colectivos hacia un viejo fenómeno de la historia: la invasión y la conquista.
Decir invasiones extraterrestres, en el caso de La guerra de los mundos, enfrentaba a la civilización a un proceso de colonización y exterminio; en el caso de Alien, es el miedo a la invasión del propio cuerpo por un agente externo. Si hiciéramos una extrema interpretación del comportamiento de los xenomorfos (los aliens, vaya), entraríamos en el terreno del delirio paranoide de una maternidad no deseada.
Son abismos en los que no entraremos, pero nos sirve para ver a la distancia la semejanza entre cuerpo y territorio: el alien, el extraterrestre, es decir, ese que no es como yo, amenaza mi territorio y mi cuerpo; y no sólo eso,
[p]me sustituirá por mi reverso siniestro (la oficial Ripley de Alien es el caso perfecto, aunque podemos verlo también con Chimera de Resistance 3). Esta sustitución es, a su vez, metáfora de una evangelización forzada, de una transformación ideológica radical, donde todo lo que crees además de ser destruido, toma la forma de su contrario, como si a un vegetariano lo sometieran forzosamente a una dieta basada en carne cruda... y disfrutarlo.
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El alien también es la imagen del trespasser, el invasor que puede venir de otra frontera y se vuelve reflejo de circunstancias sociopolíticas de nuestros días, como la migración, el desempleo y la competencia salvaje por un número limitado de recursos. Si esa situación la trasladamos al espacio, vemos el temor del hombre a la última frontera geográfica: la que separa nuestra atmósfera del espacio, esa frontera a la que sólo un puñado de humanos se ha aventurado, y que podemos disfrutar a través de nuestro pasatiempo favorito.
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