Anatomía del miedo

Porque nos gusta que nos asusten


Cuando experimentas un momento terrorífico, por ejemplo cuando un demonio se acerca para matarte en un juego de video, la señal se envía a la amígdala, que de inmediato suelta un torrente de hormonas en el cuerpo, el mismo tipo que soltaría cuando te encuentras a medio día con un ser amado.

La diferencia es que cuando ves al demonio, al mismo tiempo que la amígdala libera las hormonas, se envía una señal a la parte frontal del cerebro, área que se dedica a calcular el peligro. Cuando la información llega y es evaluada, la señal de alerta disminuye, pues el cerebro se da cuenta de que sólo es parte de un juego.

Otros estudios han demostrado que enfrentar una situación posiblemente peligrosa a distancia no provoca nada, pero su cercanía desencadena todo el proceso. Esto significa que ver una serpiente a lo lejos no te afecta, pero si la tienes a unos centímetros, se registra como una amenaza y el cuerpo reacciona de inmediato como explicamos.

Te presentamos la amígdala, la responsable de que tengas miedo
Te presentamos la amígdala, la responsable de que tengas miedo

Kerry Ressler, neurocientífico en el Centro de Investigación de Primates Nacional Yerkes, dice que la amígdala reacciona “al estímulo del miedo igual que en el mundo real” al estar jugando, pero en cuanto el cerebro determina que no corres peligro, “la derrama de hormonas resulta en algo agradable.” Hay diversas explicaciones para saber por qué una persona puede experimentar terror al jugar y seguir como si nada hubiera pasado mientras otra necesita llegar a su casa a prender todas las luces para llegar a su cuarto.

Los psicólogos declaran que es la forma de poner a prueba nuestras limitaciones, igual que los deportes extremos. Según Leon Rappoport, de la Universidad Kansas State, “Esa podría ser la razón por la que los juegos y las películas de terror son tan populares entre los jóvenes y los niños, porque están experimentando con sus límites.”

La repetición de la sensación también puede funcionar como terapia, para sobrevivir a lo que sucede en el mundo, lo que se conoce como terapia de exposición “que le permite al individuo dominar sus ansiedades,” según comenta Rappoport. Sin embargo, hay una interpretación que me gusta más.

A Stephen King no sólo le gusta provocar terror, disfruta sentir miedo
A Stephen King no sólo le gusta provocar terror, disfruta sentir miedo

Stephen King, amo del terror, teme volar. Alguna vez estuvo en tratamiento para poder enfrentarlo. Cuenta que su psicóloga le dijo "convierte tu miedo en una pelota y atrápalo con tu puño" y el escritor pensó: “esta mujer no entiende cuánto miedo hay en mí, no creo poder meterlo en algo tan pequeño.”

En cierta ocasión, el autor estuvo en un vuelo que enfrentó una turbulencia que era como una pared de roca, entonces pudo imaginar su sensación convertida en pelota, pero cuando cayeron las máscaras de oxígeno todo se fue al infierno y vivió el pánico más impresionante de su vida. El mismo King afirma que un niño aprende esta emoción cuando su madre no está con él para ponerle el chupón y empieza a llorar o en el momento en que es sorprendido por sus aterrados padres tomando una navaja o abriendo un frasco de tranquilizantes.

Si hay alguien en este planeta que sabe provocar miedo es Stephen King, y en lo personal, prefiero sus razones para explicar por qué nos gusta gastar dinero para que alguien nos asuste con una historia. “Es el mismo impulso que cuando viajas en tu auto y adelante ves lo que parece un terrible accidente en el que seguramente hay varios cuerpos deshechos. Sabes que va a ser traumatizante si no miras hacia otro lado, pero el instinto humano típico,” asegura King, “es mirar y absorberlo todo. Mucha gente gusta del gore. Sabes que lo quieres ver.”

No lo puedes negar, seguro te ha sucedido; has visto que el zombi se aproxima con la boca abierta y los brazos extendidos y tu primera reacción es cerrar los ojos, sólo para entreabrirlos de inmediato y verlo, fascinado y horrorizado, mientras empieza a devorar tus sesos, quieres estar asustado, vivir esa agitación de saber que no es real, sentirte vivo como nunca sin tener que arriesgar tu vida al hacerlo.

Comentarios

 
 
  • Mejores

  • Nuevos