Opinión: La guerra de la corrección política contra los gamers

La polémica más encendida de nuestro medio


Los videojuegos siempre le han pisado los callos a alguien. En los viejos tiempos, la manzana de la discordia era la violencia: nuestro pasatiempo favorito era visto como la manera en que una juventud perdida daba rienda suelta a sus instintos salvajes y su irreverencia. Todos recordamos cuando Robocop entra en un arcade para arrestar a un policía corrupto y a un niño psicópata y traficante de drogas mientras es atacado y abucheado por decenas de vándalos y pandilleros. En esa época los juegos eran el símbolo de la decadencia urbana, el vicio y la vagancia. Políticos conservadores y padres indignados en Estados Unidos creaban una legislación para regular los arcades; quizás el caso más curioso es el de un pueblito en Massachussetts que apenas levantó su prohibición contra dichos establecimientos, que según los ciudadanos decentes, atraían "elementos indeseables".

Con el paso del tiempo, la siguiente polémica surgió en torno a la subcultura de la PC: una secta de peligrosos hackers y satanistas que juegan deathmatches ultraviolentos en sus 486 al ritmo de Alice in Chains. Las cosas sólo empeoraron con la leyenda urbana de los .wad creados por Eric Harris y Dylan Klebold, los adolescentes responsables de la masacre de Columbine y fans de hueso colorado de DOOM. El PC gaming tenía una identidad contracultural y de nicho en esa época: después de todo, sus héroes como Carmack y Romero no eran corporativos sin rostro, sino jóvenes que se oponían al sistema. Se trataba de una era dorada en la que las relaciones públicas y la corrección eran lanzadas por la ventana.

Hoy los tiempos heroicos han pasado: los videojuegos han entrado en el mainstream y no pueden considerarse una contracultura; se trata de una de las mayores industrias de entretenimiento de nuestra época. Gracias a las agencias de clasificación, las viejas polémicas sobre la violencia son ridículas; la muerte de los arcades ha sacado a este pasatiempo de los bajos fondos ochenteros; Internet no es una secta de fraggers hardcore, sino algo que tu hermana lleva en su celular. En resumen: parece que los videojuegos ya no pueden ofender a nadie. Entonces, ¿hoy quién podría odiarlos y pedir que sean cambiados y censurados para acoplarse a un ideal?

¿Mario salva a una princesa indefensa? Machismo, restos de una mentalidad patriarcal y medieval

En los viejos tiempos, los enemigos de los videojuegos eran políticos conservadores y asociaciones de padres de familia, ahora quienes están molestos son justo el otro lado del espectro político, es decir: los campeones de la corrección política, que en Estados Unidos son llamados "liberals". ¿Qué es la corrección política? Es básicamente un mundo en el que está prohibido ofender a alguien; todo debe reflejar valores progresistas de igualdad y justicia social, lejos del racismo, cinismo y machismo de antes. ¿Mario salva a una princesa indefensa? Machismo, restos de una mentalidad patriarcal y medieval. ¿Amazonas en bikini en juegos de fantasía? Objetivización. ¿Los gamers? malvados opresores llenos de prejuicios, amor por la violencia y mundos ridículos de fantasía que no promueven la justicia social.

Anita Sarkeesian
Anita Sarkeesian

En los últimos meses, una oleada semejante ha invadido los medios anglosajones: Mario Kart es racista porque no hay suficiente diversidad en su roster; Assassin's Creed Unity es machista porque no incluye mujeres asesinas; Tomodachi Life atenta contra los derechos civiles por no permitir matrimonios del mismo sexo; el nuevo Rainbow Six es ofensivo porque en su trailer rescatas a una mujer, mientras que los títulos más friki de la cultura otaku japonesa, llenos de elementos escandalosos, son abucheados en reseñas por críticos occidentales muy ofendidos...

Diversas figuras han estado en el centro de esta polémica: la más prominente es la comunicóloga y bloguera canadiense Anita Sarkeesian, que ha emprendido una "deconstrucción" feminista de los tópicos sobre la mujer en los videojuegos; temas como la damisela en peligro y el estereotipo de la chica ruda, estoica y poderosa. Sus videos han recibido una gran atención por parte de la prensa anglosajona, y han provocado una enorme molestia por parte de muchos gamers, que han llevado a amenazas de muerte vía Twitter contra su persona.

¿Dónde está el documental sobre la influencia real de programadoras, diseñadoras, artistas y creadoras en los videojuegos?

Otro personaje con gran exposición polémica es Zoe Quinn, diseñadora de Depression Quest. El juego recibió cobertura muy positiva por parte de diversos medios, sólo para que se descubriera que dicha desarrolladora tenía relaciones sentimentales con miembros de la prensa, de modo que muchos usuarios se cuestionan si se trata de un caso de corrupción y nepotismo. Sitios web como 4chan y reddit han declarado una guerra contra Quinn, mientras desarrolladores como Phil Fish y sitios web la han defendido.

¿Son legítimas las preocupaciones de quienes creen que los videojuegos reflejan estereotipos conservadores y regresivos que oprimen a diversos grupos políticos? En cierto modo, sí lo son: la sociedad ha cambiado mucho desde los 70, cuando surgieron muchos de los estereotipos pulp que los gamers aman. El fiasco de Nintendo con Tomodachi Life y las parejas del mismo sexo, por ejemplo, refleja una demografía que exige una representación justa en esta forma de entretenimiento y es bueno que se le reconozca. Incluso, y esto es una opinión personal, la gente que pide una asesina en Assassin's Creed Unity no está tan desubicada como muchos creen: el único asesinato individual de peso de la Revolución Francesa (la muerte del político Marat) fue llevado a cabo por una mujer, Charlotte Corday, además de que no es la primera ni será la última vez que veamos un personaje femenino tipo rogue en los juegos.

Dona Bailey diseñó Centipede, uno de los arcades más importantes jamás creados. Pero Anita Sarkeesian nunca te lo dijo
Dona Bailey diseñó Centipede, uno de los arcades más importantes jamás creados. Pero Anita Sarkeesian nunca te lo dijo

Sin embargo, el gran problema es que muchos de los que condenan al gaming y a los gamers simplemente no se esfuerzan por entender el contexto del medio. En el fondo, los métodos de los lobbiers de la nueva corrección política han hecho más daño que bien a su causa: son esfuerzos descontextualizados y poco inteligentes que en vez de provocar un cambio positivo generan antipatía y odio. Lo anterior no quiere decir que los trolls que mandan amenazas de muerte reales o inventadas a esa gente estén justificados, pero es imposible asumir esa actitud de desprecio ante las masas sin esperar una mala respuesta, en especial en la red, que es un foro público muy duro en el que el trolleo y el e-drama están a la orden del día. La realidad es que decir que Mario es sexista porque utiliza el tópico medieval de la damisela en peligro es una perogrullada banal e inconsecuente: ¿dónde está el documental sobre la influencia real de programadoras, diseñadoras, artistas y creadoras en los videojuegos? No existe, y ninguna de estas personas hace algo para crearlo.

Es mejor hacer algo positivo para cambiar las cosas
Es mejor hacer algo positivo para cambiar las cosas

En el fondo, los videojuegos sí reflejan la enajenación y los prejuicios de nuestro tiempo, como toda la cultura popular, pero la gente que los critica simplemente no parece entender que poner un tache a Super Mario Bros. y trollear a un montón de gente en Twitter es algo realmente nulo. Se han convertido en la nueva versión de los locos setenteros que decían que Dungeons & Dragons era una secta diabólica o de los padres que pensaban que sus hijos iban a sacar corazones como Kano tras una tarde en los arcades; son fanáticos que han perdido el suelo y que parecen regodearse ellos mismos en la cultura del hate y el trolleo.

En conclusión, no les pedimos que dejen de expresar sus preocupaciones o perseguir sus ideales: queremos argumentos inteligentes, conocimiento real del medio, ignorar a los trolls y tener la actitud de construir. Al final, la persona que reprogramó Donkey Kong con Pauline en vez de Mario para que las niñas lo jueguen ha hecho mucho más por las mujeres en los videojuegos que todas las Anitas Sarkeesians del mundo.

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