¿Cuál es nuestro Zelda favorito? - El Staff de LEVEL UP opina

Aprovechamos el lanzamiento de Tears of the Kingdom para recordar lo que más nos gusta de la franquicia


The Legend of Zelda es una franquicia que nos ha dado mucho. Ya sea aventuras épicas, personajes entrañables o acertijos que nos hacen sentir como genios, la franquicia ha sabido acompañarnos por años y siempre tenernos emocionados con cada nueva entrega.

Como todos los Zelda son sinónimos de calidad (bueno, casi todos…) es normal que cada uno tenga su favorito. Después de todo, cada cabeza es un mundo y hay un montón de razones para disfrutar las aventuras en Hyrule, Termina o Holodrum. Por eso, en el staff de LEVEL UP quisimos aprovechar el estreno de The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom para rendir un pequeño tributo a nuestras entregas favoritas.

Sin más, vamos con el contenido

NOTA: Este contenido forma parte de La Semana de Zelda, un especial con el que el equipo de LEVEL UP quiere celebrar el lanzamiento de The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom. A continuación te presentamos otros artículos de la colección:

Video relacionado: La historia detrás de: The Legend of Zelda: Ocarina of Time

Zelda Oracle Ages & Seasons ― Pedro Pérez Cesari

Elegir un Zelda favorito es difícil. Tras pensarlo, fue claro que había una entrega que sobresale para mí… Bueno, en realidad son 2. The Legend of Zelda: Oracle of Seasons y Oracle of Ages para Game Boy Color tal vez no sean las entregas más ambiciosas ni las más emblemáticas, pero tienen mucha calidad y una magia que pocas veces hemos visto en la serie.

A simple vista, el concepto de 2 juegos de una misma saga debutando simultáneamente puede parecer un simple sacadinero, ¿verdad? La realidad es otra con los Oracles. Sí: comparten mecánicas, motor y elementos visuales, pero son 2 interpretaciones completamente diferentes que exploran los elementos que durante años han hecho de Zelda lo que es en la actualidad. Mientras Oracle of Ages se concentra en los acertijos, Oracle of Seasons explora la sensación de aventura y su combate es emocionante. Son una colección que demuestra todo lo que Zelda puede ser y que se combina con personajes y mecánicas que desde entonces hemos visto poco. Además, gran parte de la experiencia brilla con un mundo lejano a Hyrule, lo que siempre resulta refrescante; el conflicto de la Trifuerza lo hemos experimentado una y otra vez.

The Legend of Zelda: Oracle of Seasons y Oracle of Ages no sólo son mis favoritos por ser juegos excelentes que recuerdo con mucho cariño, sino también por lo que representan. Nacieron de las cenizas de proyectos con un desarrollo accidentado y demostraron que el buen diseño y las buenas ideas siempre reinan. Además, debutaron como las primeras entregas 2D originales después de Ocarina of Time y Majora's Mask, demostrando que este estilo de Zelda aún podía ser relevante.

Todo lo anterior sin mencionar que fueron los Zelda que permitieron que naciera la visión contemporánea de la serie. Uno de sus principales creativos fue Hidemaro Fujibayashi, el director de las 3 últimas entregas principales de la franquicia. Sin ellas, es posible que Zelda actualmente tuviera un rostro muy diferente. Revisitarlos es interesante porque en ellos hay semillas que Fujibayashi plantó y crecieron en elementos que vimos en Skyward Sword y Breath of the Wild. Son infravalorados, influyentes y mágicos.

The Legend of Zelda: A Link Between Worlds ― Fer Sparda

Cuando me toca hablar de mis juegos favoritos suelo asociarlos con una época en que un juego se cruzó en mi camino y me marcó de por vida. Siguiendo ese ideal, aquí tendría que ser The Legend of Zelda: Majora's Mask por su trasfondo oscuro y a que emanaba miedo a lo desconocido. Sin embargo, quiero hablar a partir de la razón y dejar el corazón en un baúl para recordar The Legend of Zelda: A Link Between Worlds para el Nintendo 3DS. Este juego no tiene el reconocimiento que merece, pero sobresale porque toma lo mejor de la franquicia y agrega nuevos ingredientes a la fórmula.

La aventura de Link es una secuela de The Legend of Zelda: A Link to The Past y se nota al instante. Más allá de su perspectiva cenital y los elementos traídos del juego de Super Nintendo, esta vez Link tiene la capacidad de convertirse en una pintura. Esta habilidad marca la diferencia y, de paso, le da un estilo artístico diferente a lo acostumbrado. Además de su estética, la capacidad de adherirnos a la pared abre un nuevo plano dimensional porque permite atravesar hacia lugares a los que antes no teníamos acceso y se integra a un juego entre planos dimensionales que da pie a nuevos acertijos y batallas contra jefes.

Además, The Legend of Zelda: A Link Between Worlds aprovecha los ítems y las armas como en los viejos tiempos y usa el efecto 3D como pocos juegos en la portátil de Nintendo. Se nota que Eiji Aonuma y su equipo lo diseñaron con la intención de explotar las capacidades estereoscópicas de la portátil para añadir profundidad al juego. Por esto, se notan las capas en la construcción de los calabozos y los efectos como en ningún otro título de la consola. Me sorprendió la inmersión que lograron en un momento en que el efecto 3D funcionaba como un extra que normalmente quedaba olvidado a medio juego.

Otro elemento que añade un toque especial a The Legend of Zelda: A Link Between Worlds es la dualidad de su mundo, o mejor dicho, de sus mundos. Lo habíamos visto en The Legend of Zelda: A Link to The Past, pero aquí, la exploración en ambas dimensiones se siente con menos ataduras. Lorule es más que un reflejo de un mundo: cuenta su propia parte de la historia y se puede explorar con más libertad que antes. Uno de los cambios más significativos es que es posible elegir el orden de los calabozos porque incluye un sistema de préstamo de ítems. Un gran acierto de los desarrolladores para dejar en el jugador la última decisión y permitir que la curiosidad lo lleve por su camino.

The Legend of Zelda: A Link Between Worlds fue un juego que compré a ciegas; sabía poco de él porque no había visto avances ni había indagado sobre la nueva aventura de Link. Mi fe ciega fue recompensada: es uno de los mejores juegos para 3DS y también la entrega de Zelda que decidió experimentar por encima de su éxito.

Zelda: Majora’s Mask ― Victor Rosas

Octubre de 2000; hace casi 23 años. The Legend of Zelda: Majora’s Mask llegó en el ocaso del Nintendo 64 y de inmediato me atrapó con su temática y la manera en que manipuló y distorsionó lo visto y vivido en Ocarina of Time, la joya del N64.

No me mal entiendan: amo Zelda: Ocarina of Time, pero es tan perfecto que me harta… siempre lo vi como el “niño mimado” de Nintendo porque tuvo todo y el resultado era por demás esperado: sería uno de los mejores videojuegos de la historia. Majora’s Mask, por su parte, me encantó porque desde el inicio mostró que había un lado oscuro y tétrico escondido en esa historia de 1998, un camino hacia la locura simbolizado por la premisa que le da origen. El infortunado Skull Kid no sólo arrastraba el peso de ser un niño perdido en el bosque, sino que lo había seducido una figura poderosa que no solo lo llevaría a la perdición sino que arrastraría al mundo entero consigo.

Eiji Aonuma tomó la batuta, hizo pedazos el cliché de la princesa en desgracia en una historia de fantasía para dar paso a una visión oscura y brutal. Termina y la desgracia que está por caer son lo que hay que salvar, pero en realidad no hay un final bueno en los términos tradicionales. Una de dos: Link falla y todos mueren o Link salva al mundo pero nadie lo recordará. Para alguien como yo, a veces obsesionado por los significados y emociones que emanan de la pérdida y el luto, fue el juego perfecto. La melancolía, la aceptación del destino funesto, la imponente realidad de que todo terminará en algún momento… simplemente un Zelda de Miyamoto no podía ser así, por eso Aonuma era el indicado para retorcer la franquicia.

En su momento, Majora’s Mask me sorprendió con su loop sensible (en parte) a las pequeñas modificaciones y a los triunfos que ibas sumando en el camino. Tienes 3 días para evitar el fin del mundo, y el tiempo corre mientras te refugias en el Diario de los Bomber para ver qué demonios hiciste y revisar lo que eso provocó en un intento de dar solución al puzzle enorme que era en realidad este juego. Una propuesta compacta, con calabozos retadores y un sinfín de cosas por hacer en un mundo al que habías llegado de la misma forma en que Alicia llegó al país de las maravillas.

Siempre consideré que las máscaras eran como esos símbolos que expresan la muerte; de hecho, algunas lo hacen aunque el juego evita manifestarlo de forma directa. Cada una tiene un significado especial, una parte de Termina relacionada con el todo y es relevante en el camino. Justamente eso era lo que le importaba a los habitantes de Termina, pues que Link fuera el héroe del tiempo significaba lo menos para ellos, lo que provocaba que buscaras otras motivaciones para justificar tu intento de salvar a un grupo de desconocidos.

Los años han pasado y sigo regresando a Zelda: Majora’s Mask en busca de nuevos significados. Extrañamente, voy por la vida diciendo que Wind Waker y su odisea marítima es mi Zelda favorito, pero la realidad es que, igual que Hyrule y Termina, me atrae ese lado oscuro que me lleva de vuelta a salvar el mundo controlando a Link, aunque después nadie lo recuerde.

The Legend of Zelda: Breath of the Wild ― Santiago Villi

The Legend Of Zelda es una franquicia a la que le tengo mucho cariño porque siempre ha estado conmigo. Mis primeros recuerdos tienen que ver con A Link to the Past, Ocarina of Time, Majora’s Mask y Wind Waker; básicamente, con esos juegos aprendí inglés. Amo todos, así que durante mucho tiempo ponía uno por encima de los demás y después cambiaba mi decisión; así fue hasta 2017, cuando el Switch debutó con Breath of the Wild.

Este juego me hizo sentir como la primera vez que jugué el Zelda original u Ocarina of Time porque despertó una curiosidad que no sentía en años y me recordó por qué amo tanto este hobby y esta franquicia. A pesar de que me gustan los juegos lineales, caminar y nunca encontrar alguna barrera invisible o un anuncio que me diga “no puedes pasar de aquí” fue tan satisfactorio, que tardé mucho en avanzar la historia principal.

Desde el momento en que Link despierta de su descanso, todo lo había alrededor llamó mi atención. Hasta lo más insignificante hacía que me distrajera e interrumpiera lo que hacía y la recompensa, por más diminuta que fuera, valía la pena. Mientras más jugaba, pensaba: “éste es el Zelda que siempre quise”; era el videojuego con el que siempre había soñado. Claro que había jugado títulos de mundo abierto, pero ninguno como ese.

Mentiría si digo que me parece perfecto; por ejemplo, al principio, me costó entender la decisión de que las armas se rompieran y me molestó tener que buscar nuevas constantemente o guardar mis favoritas para que no desaparecieran. Después encontré varias maneras de combatir sin necesidad de usar lo que se quiebra, así que lo dejé pasar.

Las Bestias Divinas, a pesar de ser imponentes, también fueron una decepción porque me parecían “mazmorras” muy parecidas y sin tanta carne como las más emblemáticas de la franquicia. Después pensé que son divertidas y que mi parte favorita de la aventura eran los santuarios, que son 120 que prácticamente reemplazan a los templos, además de que están presentes los acertijos y retos.

Han pasado un par de años desde que salió y muchos juegos copiaron la fórmula e intentaron imitar su grandeza, pero nadie lo ha logrado. Ese es otro aspecto por el que pienso que está a la altura de los legendarios. Ocarina innovó porque cultivó en tierra fértil, y por eso se vio más impresionante, pero Breath of the Wild salió en una época en que hay lanzamientos importantes cada semana y logró destacar y marcar tendencia.

En general, Breath of the Wild tiene todo lo que me gusta de un Zelda y de un videojuego: una buena historia (amé los recuerdos desbloqueables), combate diverso y variado, exploración sin límites, secretos, momentos graciosos, personajes interesantes, misiones secundarias igual de épicas que la principal y mucho más. Si tengo tanto hype por Tears of the Kingdom es por todo lo que su antecesor es para mí; incluso si lo supera, jamás olvidaré lo que Bredo me hizo sentir.

The Legend of Zelda: Majora's Mask ― Daniel Laguna

Durante años, The Legend of Zelda nos ha contado la historia clásica del héroe a través de Link, quien siempre está listo para superar cualquier peligro con valentía. Así lo hace en Ocarina of Time, donde acaba con el mal encarnado en Ganondorf. Pero todo da un giro de tuerca en Majora's Mask, mi juego favorito de la saga.

Creo que todos los fans de esta entrega coincidimos en algo: tiene un tono y una atmósfera diferentes que la hace verdaderamente especial. Majora's Mask retuerce la imagen de Link y profundiza, tal vez como nunca antes, en sus sensaciones y sentimientos. De ahí que el tema de las máscaras y las transformaciones sea tan relevante e interesante.

Link se nos presenta como alguien que tiene que lidiar con las consecuencias de haber sido un gran héroe. Ahora, en soledad, está en una batalla contra lo desconocido. La temática oscura de Majora's Mask da paso a un mundo y a personajes únicos que están rodeados de un misticismo que convierte a Termina en algo único.

¿Quién no recuerda el impacto de la Luna y su atemorizante rostro, la dualidad de Skull Kid o las desconcertantes escenas donde Link grita antes de transformarse gracias al poder de las máscaras? Nintendo hizo una verdadera joya donde la narrativa gira en torno a un bucle temporal, que sorprende con sus tintes de pesadilla.

Otra cosa que me fascina de Majora's Mask es la forma en que profundiza en las icónicas tribus de la franquicia. Nos permite ser unos de sus miembros, conocer sus habilidades y la percepción que el resto de los personajes tiene sobre ellos. Sin duda, una idea que me encantaría ver en otros juegos de la saga.

Todo esto en conjunto hace de Majora's Mask un viaje inolvidable que queda grabado en la memoria para siempre.

The Legend of Zelda: Ocarina of Time ― Danup

The Legend of Zelda es mi franquicia favorita y se me hace difícil imaginar la industria de los videojuegos sin ella. Ocarina of Time fue el primer título protagonizado por Link que jugué y aún recuerdo cada momento que me brindó cuando era un niño, y por eso es mi Zelda favorito.

Fue en los tiempos del Nintendo 64 cuando descubrí Hyrule y tuve la oportunidad de explorar sus diferentes zonas con gráficos impresionantes, para esa época. En un inicio, me costó trabajo por el idioma, pero el esfuerzo para entender la historia me ayudó mucho para aprender inglés.

Aún tengo muy presente cómo poco a poco fui conociendo a cada uno de los personajes con los que Link se encontraba y sólo tengo buenas opiniones de cada uno; sí, incluso de Navi y su “Hey, listen!” cada 5 minutos.

Nintendo me sorprendió con una historia que me enamoró desde el inicio y con un mundo colorido y misterioso que todavía tengo ganas de visitar en cada oportunidad. Ninguna otra entrega me ha provocado esa sensación.

Si a lo anterior le agregamos un sistema de juego impresionante que hasta la fecha muchos siguen tratando de imitar, con calabozos y templos que podían retar a los más habilidosos y un final que fue épico desde todos los aspectos, no cabe duda de que estamos hablando de uno de los títulos más importantes y, para mí, el mejor de la historia.

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