El origen del caos

Regreso a la sala con mis productos cuando, en dirección opuesta, un individuo de traje y barba de candado (al que, para fines narrativos nombraré Don Traje) pasó a mi lado, dirigiéndose hacia el subordinado que permite el acceso a las salas. Como lo vi tan enojado que hasta parecía que se estaba lavando los dientes por la espuma de furia que burbujeaba por sus labios entrecerrados, me quedé al chisme. "... pues resulta que este hombrecito no se quiere recorrer, cuando debería recorrerse", decía el furibundo individuo. Y el subordinado, nervioso ante una situación que seguramente nunca había vivido, respondió "sí... eh... ¿en qué sala me dijo?". Entré a la sala, transmití el chisme a mi chica y, a los pocos segundos, empezó la función. La verdadera función. La de... [con eco] Los Putazos. Y el caos, claro, crecía como micosis en bañista descuidado de El Rollo.

El escenario era duro. Toda la sala estaba llena. Los últimos cinéfilos que entraban a la sala con su bote de palomas y su refresco, ya saben, se quedaban a la mitad del pasillo, moviendo la cabeza lentamente y de un lado a otro, como entre buscando asientos libres y entre esperando a escuchar una voz celestial que les explicara cómo diablos habían llegado a ese punto en sus vidas. Y, claro, por aciertos estéticos de los arquitectos de los modernos multicinemas, las primeras cuatro filas tenían lugares disponibles para los optimistas con buena flexibilidad en el cuello, los resignados con mala flexibilidad en el cuello y para parejas a las que les importa poco ver 45% de la pantalla ancha y que nomás van a fajar. Por lo tanto, los lugares que quería obtener Don Traje eran importantes. ¿Qué pasaba? Justo en esa línea de cinco asientos, había dos disponibles. El que estaba pegado a la pared, lo ocupaba un llanero solitario. A su derecha había un lugar vacío. Inmediatamente estaba una pareja (el macho fue bautizado como 'El Hombrecito', por Don Traje) y, el último lugar, el del pasillo, estaba vacío. ¿Qué quería Don Traje? Que la pareja se recorriera un asiento para poder sentarse con su acompañante y disfrutar a su lado la proyección. Pero El Hombrecito no se quería mover. Nunca supimos por qué.

Lo bueno comenzó cuando, segundos después de que terminé de contarle el chisme a mi chica, entró Don Traje acompañado del subordinado y llegaron al epicentro del caos. Sólo veíamos movimientos de brazos, de cabezas lamentando y ya. Pero la discusión parecía acalorada. De pronto, el subordinado salió de la sala y volvió con un guardia de seguridad, cuya autoridad se aguadó cuando no pudo convencer a El Hombrecito que se moviera. A la escena se fueron añadiendo más agentes de seguridad, pero no podían convencer a El Hombrecito.

Justo en ese momento, un justiciero improvisado gritó "¡Ya muévete!". Y ya roto el turrón, se organizó mágicamente el cántico parejito: "¡Que-se-re-coooo-rra! ¡Que-se-re-coooorra!". Lo que me hace reflexionar sobre esto. No sé si sólo ocurra en México pero, ante el caos, parece hasta mágico como la muchedumbre suele organizarse perfectamente a niveles telepáticos para realizar acciones tan irrelevantes como echar porras.

Desesperado, un hombre detrás de mí, quien después resultó ser el papá de Don Traje y que llamaba la atención por la combinación de su avanzada edad con su camisa polo rosa, llegó al epicentro del caos, emitió un par de órdenes a gritos y soltó el primer derechazo. "¡Hey! ¡Hey!", exclamaron los mirones cercanos. Un par de puñetazos y empujones extra y los guardias separaron a los protagonistas de la riña. De inmediato, El Hombrecito y su damisela fueron escoltados a la salida, pese a su resistencia. "¡No me voy a callar ni me voy a ningún lado!", gritaba la mujer en tacones. "¿Dónde he visto esos tacones?", me pregunté justo cuando estuvieron al alcance de mi vista. "¡Claro! ¡El Hombrecito y su acompañante eran los que pensaban que quería ganar un par de lugares en la fila!". ¿Karma? ¿Destino? ¿Coincidencia? ¿Lluvia encharcante? ¿Resultado azaroso del caos? Yo que sé. Después de saciar mi morbo, el boleto ya estaba pagado y ni siquiera había empezado la película.

Pero... ¿y la película? Me gustó, pero no me encantó. ¿Por qué? No sé... ¿el caos? ¿la lluvia encharcante? ¿el karma que no dejó que disfrutara la película por andar de morboso? ¿El sonido monoaural de Cinemark? Sepa. Sólo sé que la película me pareció muy larga, innecesariamente confusa en ciertos momentos, que tiene una estupenda edición y que es una historia sencilla debajo de filosofía de bar de aeropuerto. Definitivamente es una obra que los amantes de las películas de acción y ciencia ficción deben ver.