No es secreta la espinosa relación que los videojuegos suelen tener con la política, o mejor dicho, los prejuicios de los políticos con respecto a nuestro pasatiempo favorito. Keith Vaz es miembro del Parlamento británico por el partido laborista, y está promoviendo una moción para que Call of Duty: Modern Warfare 3 sea prohibido en Inglaterra.
Keith Vaz escribe en la moción: "Estamos sumamente preocupados por el recientemente lanzado videojuego Call of Duty: Modern Warfare 3, en el cuál los jugadores participan en actos de violencia gratuitos contra miembros del público.
"Notamos en particular", prosigue Vaz, "la desgarradora escena en que un tren del subterráneo de Londres es bombardeado por terroristas, lo que guarda una clara similitud con los eventos trágicos del 7 de julio de 2005."
El ataque al que se refiere Vaz dejó un saldo de 56 personas muertas y más de 700 heridos en lo que sin duda fue un lamentable episodio de la historia reciente, que se conoce como 7/7. Pero, como suele suceder en estos casos, las razones de la violencia social tienen raíces más profundas, y los videojuegos son un buen chivo expiatorio.
Es palpable además la parcialidad del juicio de Vaz: MW3 involucra una historia ficticia de un conflicto mundial; además de Londres, lugares como Nueva York, París y Praga sufren diversos grados de destrucción.
El problema es, como siempre, que la interactividad de los videojuegos provoca incomprensión entre los sectores más conservadores. Insistiremos siempre en esto: los videojuegos no inventaron la violencia. Por fortuna para los jugadores británicos, solamente nueve ministros apoyaron la moción de Vaz. Un ministro un poco más lúcido que Vaz desestimó su propuesta, arguyendo que el juego está clasificado para adultos y que la gente debe ser libre de elegir sus formas de entretenimiento.
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