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Honestamente, no me sorprende que con el arribo del 3DS lleguen nuevas entregas de Pokémon para acompañarlo; de hecho, me emociona y mucho. Gran parte de ello se debe a que soy fan de hueso colorado de los monstruos de bolsillo desde sus inicios; la franquicia siempre se las ha arreglado para que la ame más y más. Sin embargo, debo admitir que en los últimos años ha decaído considerablemente y la gota que derramó el vaso e hizo que me percatara de ello se llama Pokémon Mystery Dungeon: Gates to Infinity. Así es, otro título de la serie Mystery Dungeon.
Tengo que admitir que esta saga en particular no es exactamente de mis favoritas, pero el simple hecho de llevar el nombre de Pokémon en su título, me hizo querer jugarla. Lamentablemente, lo único que conseguí fue una gran decepción porque invertí tiempo en un producto nada atractivo, repetitivo, y sobre todo, con una evidente falta de innovación.
De entrada, la historia es la misma de siempre: eres un humano que, por alguna extraña razón, tiene un sueño peculiar y despierta convertido en un Pokémon, dentro de un mundo completamente habitado por esas criaturas. A diferencia de entregas anteriores, aquí nos dejan elegir al monstruo en que nos convertiremos, sea Pikachu, Tepig, Oshawott, Snivy o Axew, para posteriormente seleccionar a 1 de los restantes y hacerlo tu compañero de aventuras. A partir de este punto empieza una narrativa que avanza lentamente, en parte porque te obligan a leer cuadro por cuadro de texto a una velocidad increíblemente pausada que no puedes controlar. A eso agreguemos que para saber cómo funcionan las mecánicas de juego, que aprendes sobre la marcha, debes mostrar suma tolerancia con los tutoriales que parecen diseñados para enseñar en un jardín de niños.
Básicamente, ese es el principal problema del juego: te presenta explicaciones absurdamente largas antes de permitirte controlar a tu personaje, incluso de varios minutos. Y aunque me gustaría decirles que eso pasa únicamente al principio de la historia, la verdad es que ese garrafal error se repite prácticamente de principio a fin, y no tienes forma de acortar las explicaciones ni los diálogos, lo que por supuesto, rompe la experiencia. Pongamos un ejemplo: terminas una batalla intensa y de inmediato empieza una plática entre los Pokémon que, para colmo, no llega a un punto importante, lo que significa tener que esperar una insoportable cantidad de minutos antes de poder controlar nuevamente a tu personaje; y para cuando ese momento llega, lo poco que habías logrado conectarte con la historia ha desaparecido.
Los juegos de Pokémon siempre han sido así con sus historias. En las distintas versiones de la serie principal el objetivo era recolectar las 8 medallas de gimnasio para luego enfrentar a la Elite Four y así convertirte en el campeón de tu región; en los Mystery Dungeon todo se trata de ayudar a los que estén en problemas. Aquí la historia es mala, así que lo mínimo esperado es que el gameplay lo rescate, pero eso tampoco ocurre.
Puedes controlar hasta 4 Pokémon; en realidad manipulas al que seleccionaste y los otros 3 te siguen a donde vayas. Cada vez que enfrentas enemigos entra en acción el clásico sistema de combate y RPG que conocemos de las versiones de los principales juegos de la serie. Tienes 4 ataques de donde escoger y rotas con tu equipo para atacar a los monstruos opuestos. Al ganar el encuentro tus personajes adquieren experiencia para aumentar sus habilidades y aprender nuevas técnicas. Hasta aquí, todo permanece casi intacto si lo comparamos con entregas anteriores, pero el juego no termina ahí.
Otro problema importante radica en el supuesto atractivo principal del juego: los Mystery Dungeons. Estos calabozos cambian su estructura cada vez que los visitas, lo que en teoría agregaría rejugabildad, la cuestión es que las variantes son mínimas. Estos lugares están plagados de largos pasillos estrechos, en ocasiones sin salida, pues se supone que son laberintos que generan tensión; la verdad es que sólo provocan impaciencia y unas ganas impresionantes de no volver. Lo cierto es que los layouts de los calabozos son genéricos y carecen de algún elemento que les dé identidad propia.
El terrible diseño de los Mystery Dungeons muchas veces causó, que cuando mi equipo de Pokémon iba en fila india a lo largo de los largos pasillos y un enemigo llegaba por atrás y golpeaba a mi último integrante, este y el más cercano a él simplemente actuaban por voluntad propia y atacaban sin que yo lo deseara. Hubo momentos en los que esas fallas dejaron a mi equipo a medias y me veía en severos aprietos contra ciertos oponentes.
Ahora bien, además de visitar estos calabozos como parte de la historia, habrá otro factor que te obligará a frecuentarlos: los premios y el dinero que ganes por pasarlos satisfactoriamente. Esto se verá reflejado en recursos para crear complejos como dojos, campos de moras, entre otras estructuras para colocarlos en un gran terreno que administras y que tiene por nombre Pokémon Paradise, cuyo objetivo, a grandes rasgos, es crear items y mejorar tus habilidades para cuando decidas aventurarte en los calabozos. Conforme progreses en la historia podrás ampliar el lugar, algo útil para cuando nuevos Pokémon quieran unirse a tu causa y necesites más espacio donde alojarlos. Para ser sincero, ese fue el único agregado que me pareció atractivo y me mantuvo entretenido por un rato.
Otro factor en donde falla terriblemente Gates to Infinity es en la forma en que te obliga a avanzar en la historia. A lo que me refiero es a que no tienes libertad para enfocarte únicamente en ella, y será necesario cumplir con los objetivos secundarios (los mismos que te hacen ganar dinero, experiencia e items) para continuarla. De hecho, así funciona de principio a fin todo el juego: pasas una parte de la historia y luego debes hacer algunas misiones secundarias en los calabozos para que se active otra sección; después podrás continuarla y de nuevo (lo quieras o no) llegar a los calabozos si deseas proseguir la campaña principal. Esto sería un punto positivo si no fuera por la escasez de dungeons, pero la idea de tener que visitar las mismas cuevas con cambios mínimos en sus layouts se vuelve en una experiencia muy tediosa y frustrante.
Pokémon Mystery Dungeon: Gates to Infinity es, por mucho, el peor juego de la serie Mystery Dungeon. Independientemente del bien logrado cambio gráfico de sprites por un mundo en 3D, la experiencia es todo menos divertida. La campaña es completamente trivial e infantil, y el juego en general, avanza de una forma lenta y frustrante. El gameplay no ha cambiado en lo absoluto y la poca variedad de niveles hacen que te canses rápidamente. Francamente, Nintendo debería darle a la franquicia un buen descanso mientras piensa fríamente si lo que actualmente nos ofrece es digno de llevar el nombre de Pokémon.
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