{"src_avatar":"https:\/\/cl2.buscafs.com\/www.levelup.com\/public\/uploads\/images\/35000\/35000_64x64.jpg","nickname":"Rodogonio","user_name":"Rodrigo Villanueva","user_link":"\/usuario\/Rodogonio","posts":1289,"theme":"default","cover":false,"status":true} por
{"src_avatar":"https:\/\/cl2.buscafs.com\/www.levelup.com\/public\/uploads\/images\/35000\/35000_64x64.jpg","nickname":"Rodogonio","user_name":"Rodrigo Villanueva","user_link":"\/usuario\/Rodogonio","posts":1289,"theme":"default","cover":false,"status":true}
No es el juego más bonito bajo ningún estándar, pero el concepto detrás de State of Decay: Year-One Survival Edition lo mantiene como una auténtica joyita para los amantes de la supervivencia y los zombies ―como lo fue también en Xbox 360―, aunque para ser honesto, eso de la "remasterización" me parece un término impreciso para este caso. Se trata, mejor dicho, de una colección de todo lo que Undead Labs liberó para la consola anterior de Microsoft, maquillada con sutiles cambios visuales. Tan sutiles que probablemente ni los notes, de modo que si pretendes regresar a este mundo por los gráficos, piénsalo otra vez.
Pero si nunca has jugado State of Decay, no dejas pasar ningún capítulo de The Walking Dead y ya tienes un Xbox One, presta atención porque éste es un juego único y eso es precisamente lo que me permite ser indulgente con su terrible aspecto y pobre trabajo de optimización. Sé muy bien que juegos de zombies, hay como 10,000 ―exagero― pero éste involucra un marcado elemento de estrategia. Es decir, no se trata solamente de andar explotando cerebros, si bien hay mucho de eso.
Para empezar, State of Decay es un mundo abierto. No tan grande como el de Los Santos o Skyrim, pero aceptable en cuanto a dimensiones y tu personaje debe contribuir con el establecimiento de una comunidad de supervivientes, al tiempo que hace acopio de provisiones para mantenerla operando sin que sus miembros empiecen a sacarse los ojos entre ellos y mejorarla con almacén, enfermería, librería (porque en el holocausto zombie no hay Internet y el porno es con dibujos), cocina, granja, etcétera. En pocas palabras, todo lo que hace falta para tener una existencia decente.
State of Decay es un mundo abierto
La dinámica general del juego ―y con ello abarco también a las 2 expansiones incluidas: Breakdown y Lifeline― consiste en hacer continuos viajes de tu comunidad a las instalaciones aledañas (casas, tiendas, gasolineras, etcétera), en busca de suministros. El problema es que entre tu personaje y los citados lugares, hay decenas de zombies que deberás despachar con lujo de violencia o, tal vez, sigilo. En el proceso, puedes subir de nivel a tu superviviente y convertirlo en un pateatraseros profesional, al estilo Daryl Dixon, pero ¡ojo! Si eres arrogante, puedes morir en una calle alejada. La muerte es permanente en State of Decay, lo que implica reemplazar a tu personaje con otro miembro de la comunidad, uno que tal vez sea un alcornoque a quien debas preparar desde cero.
Por debajo de estas pinceladas generales existe mucha profundidad en State of Decay. Cada habitante de tu refugio tiene sus propias destrezas y progresión. Los diversos segmentos del campamento disponen de múltiples niveles de optimización, y aunque un poco reciclado en cuanto aspecto, el mapa ofrece una dosis muy elevada de exploración.
State of Decay consiste en esto y más tanto en Xbox 360 como en Xbox One, pero lo que distingue a la nueva versión es la inclusión de los 2 DLC liberados para la iteración original. En Breakdown, la dinámica es muy similar a la del juego original. Es el mismo mapa y las mismas mecánicas generales, pero no hay una historia formal y la idea es establecer tu comunidad, fortalecerla y dominar una región pequeña del escenario. Después de un tiempo, encontrar un camper para migrar a otro lugar más desafiante y oprimir el botón de reset ―porque cuando ya tienes un espacio habitable y seguro, lo razonable es abandonar todo―. Sé que no es precisamente una oda a la lógica, pero esta estructura cíclica extiende la duración de la experiencia, lo que aunado a una lista de desafíos fijos, imprime un singular elemento arcade que, si eres muy clavado con los zombies, te tendrá enajenado por meses.
Cabe remarcar que Breakdown es desafiante. Noté menos automóviles disponibles, así que fue más engorroso y peligroso para los personajes recorrer distancias. Los zombies también son más latosos. Tampoco me dio la impresión de que abundaran los supervivientes, con lo cual mudarse a un refugio más grande demostró ser lento, los ataques de zombies al campamento fueron más recurrentes, la frecuencia con la que me topé con casilleros, mochilas o baúles vacíos también, en fin. Y cuando te mudas, no solamente reinicias la progresión para tu comunidad, sino que también a menudo el nuevo contexto está todavía más desprovisto de recursos. Por ejemplo, apenas pases a la segunda vuelta o escenario, notarás que existen pocos carros y es necesario caminar mucho. La Year-One Survival Edition viene con un personaje legendario incluido, es decir, una chica que ya está en nivel Michonne de The Walking Dead, pero como estás corriendo siempre, no te extrañe que la maten y debas regresar a tu fulano estándar de inmediato. Afortunadamente, conforme avances, desbloquearás más héroes.
En Lifeline, la idea no es tan original, pero cambian el escenario (la ciudad de Danforth) y los personajes (Unidad Greyhound One), con un enfoque que se inclina más por lo militar. Lifeline es, desde mi perspectiva, la versión más cómoda de la experiencia, pues los soldados no están precisamente cortos en cuanto a recursos, gozan de armamento de alto calibre y entonces, la tarea consiste en rescatar a otros soldados, así como a civiles importantes, atrapados dentro de la urbe en ruina.
El problema aún es la presentación y es uno inexcusable
Ahora bien, sobre el terreno, State of Decay no es precisamente el juego más responsivo que haya probado. Las animaciones ―incluso en la Year One Edition―, dejan qué desear y esto se torna molesto cuando reparas en la idea de que la resistencia (stamina) es un factor clave. Puesto de otro modo, si te cansas agitando tu arma, vas a ser presa fácil para un puñado de muertos vivientes, pero como cada vez que oprimes el botón de golpe, le toma una fracción de segundo adicional a tu personaje ejecutarlo, te sorprenderás más de una vez gastando energía a lo tonto.
Dicho eso, el esquema de mandos como tal es competente. Hay un botón para golpear, ya sea con un cuchillo o un palo con clavos, otro para empujar, uno para correr rápido, y diversas combinaciones que satisfacen la necesidad de una ejecución silenciosa o un remate cuando el zombie está tirado en el suelo. Los autos no son precisamente cajas de zapatos rodantes, pero tampoco esperes Gran Turismo, ni mucho menos. Sus cajuelas funcionan y son el arma ideal para embestir a las hordas de no-vivos que merodean, pueblos, granjas y ciudades. Y si un zombie se aferra a tu puerta, siempre puedes abrirla y cerrarla para deshacerte de él, o pasar cerca de un contenedor de basura para rasurarlo.
Y ya que menciono las hordas, hay varios tipos de zombies en State of Decay: Year-One Survival Edition, desde el genérico hasta el frenético que se abalanza sobre ti, el obeso que explota dejando una hediondez tóxica, el que grita y paraliza, y el granadero cuyo equipo antimotines lo convierte en un dolor de cabeza, sólo por mencionar algunos. El armamento también es muy variado y comprende desde espadas hasta rifles de asalto y sartenes ―las expansiones añaden artículos―, pero eventualmente se desgastan y las armas de fuego precisan balas, así que también existe un balance en ese frente, y si usas tu pick-up para aplastar zombies, eventualmente ésta empezará a humear hasta que explote.
Hasta este punto, State of Decay: Year-One Survival Edition suena como el paraíso de los juegos de zombies y, en cierto sentido, lo es. El problema aún es la presentación y es uno inexcusable porque por eso se supone que ésta es la versión definitiva del juego, porque mejoraron todo lo que estaba mal, ¿Verdad, Undead Labs? ¡¿Verdad?! Pues aparentemente no. Gráficamente, State of Decay era mediocre y en Year-One Survival Edition las cosas permanecen como estaban. Mejoró la resolución, las luces y los reflejos, pero el reciclaje de elementos, los jaggies y las acartonadas animaciones son una plaga sin cura, y lo peor de todo es la caída recurrente en el índice de cuadros por segundo, especialmente al ir tras el volante. En este frente, State of Decay: Year-One Survival Edition me decepcionó mucho. Estoy consciente de que Undead Labs es un estudio indie, pero asumo que si Microsoft impulsó la remasterización es porque pese a sus carencias, el juego original fue un éxito comercial. En otras palabras, había recursos. No esperaba que reinventaran el juego pero mínimo que pulieran el rendimiento y no fue así. Las líneas de diálogo repetidas, los crudos interludios cinematográficos y la pobre inteligencia artificial ―todo eso sigue ahí―. Vaya, State of Decay: Year-One Survival Edition es un juego pobremente presentado y lo notas desde el primer instante.
Para fortuna de Undead Labs, la profundidad de la experiencia y lo generoso del paquete en cuanto a contenidos, compensa por estas marcadas carencias técnicas. Cuando sientes la adrenalina al tratar de abrir un baúl, con el ruido de los zombies acercándote a tus espaldas, todo lo visual pasa a segundo término, así también cuando ves a tu comunidad pasar de refugio de vagos a sucursal del Hilton y suspiras de satisfacción. Vaya, State of Decay: Year One Edition ofrece algo que, para ser justos, no existe como tal en consolas. Sí, ya sé que están Dead Island y Dying Light, pero esos juegos se enfocan más en el desparpajo, mientras que State of Decay: Year-One Survival Edition adereza las cosas con estrategia y una sensación de peligro real, progresión y trabajo. Al final del día, State of Decay: Year-One Survival Edition es como esa pizza un poco vieja que encuentras en el refrigerador. Se ve mal, pero aun así la disfrutas.
Comentarios
Mejores
Nuevos