Saliendo del clóset: freak entre freaks

por {"src_avatar":"https:\/\/cl2.buscafs.com\/www.levelup.com\/public\/uploads\/images\/25743\/25743_64x64.jpg","nickname":"Veggie","user_name":"Veggie Popper","user_link":"\/usuario\/Veggie","posts":6529,"theme":"default","cover":false,"status":true}

Autobalconeándonos un rato, es hora de salir del clóset y confesar otro de mis placeres culpables.

Si bien actualmente he dejado esa etapa atrás, en la adolescencia fui una persona abstante introvertida. Recuerdo con cierta gracia que en tercero de secundaria, un compañero me preguntó:
-Oye Popper -Popper es mi apodo de toda la vida-, ¿y cuál es tu verdadero nombre?

Así de retraído era yo. La mitad de mis compañeros no sabían ni cómo me llamaba, pero eso sí, todos estaban conscientes de que yo era "el Popper" y que mi función en la escuela era la de ser la base de la pirámide social estudiantil. Además de mi apodo, existían dos datos más que todo el mundo conocía sobre mí, los cuales ilustraré con el siguiente diálogo hipotético entre dos alumnos del Centro Universitario Hispanoamericano (así se llamaba mi escuela):

-Oye wey, ¿sabes dónde puedo encontrar al Popper?
-¿Popper? ¿Hablas del tipo ése que está todo traumadito con los Bitles y con Poquemón?
-Ándale, ése mero.
-Ha de estar en su salón jugando con su Guem boi. Si lo ves, dale unos zapes por mí.

Ya salió el peine. Mis dos más grandes traumas de toda la vida (lo suficientemente grandes como para que todos en mi escuela lo notaran, aunque ni siquiera me conocieran en persona) son los Beatles y Pokémon.


Por eso desde que salí de esa escuela en 2004, oculto mi Pokémanía en sociedad tanto como puedo (las comunidades de internet son otra cosa). Pero ya es momento de salir del clóset y re-admitir que soy un ferviente jugador de Pokémon, el videojuego más uncool de la historia. Total, hace un par de días se lo confesé a la persona con quien más vergüenza me daba tocar este tema (aunque nunca supe por qué me daba tanta pena).  Ahora me toca hablar un poco más sobre esta quisquillosa franquicia de videojuegos japonesa.

Desventuras de un pokémaniaco
Si en los años ochenta y principios de los noventa los videojuegos eran más bien para niños geeks, a partir de la segunda mitad de los naintis, éstos se convirtieron en una industria mainstream enfocada a adolescentes cool y adultos sofisticados. Y entonces llega este juego cuyos protagonistas son niños que visten gorras extravagantes y mounstritos con diseños infantiles. Tener más de doce años y jugar a esta cosa garantiza que todos te verán raro eternamente, pudiendo ser objeto de burlas y discriminación (como ya ejemplifiqué previamente). A diferencia de los Beatles, que si bien no están de moda, al menos son aclamados casi universalmente como el conjunto musical más influyente de todos los tiempos (lo cual da a sus seguidores cierto toque de respetabilidad, por muy anticuados que sean sus gustos), logro que Pokémon jamás conseguirá en el campo de los juegos electrónicos.

Jugar Halo te hace rudo. Jugar Final Fantasy te convierte en un jugador refinado. Y jugar al Mario Bros. te hace un conocedor de la vieja escuela. Jugar Pokémon hace que te escondas a jugar en los baños. En pocas palabras, jugar Pokémon te convierte en un freak incluso a la vista de otros freaks.

Ya en algún otro lugar escribí sobre los Beatles, escrito en el cual admití no estar seguro de que ellos sean mi grupo favorito, pero reconocí con toda certeza que son la banda más importante en mi historia personal (lo cual los pondría incluso encima de mi grupo favorito en caso de que no fueran ellos). En el caso de Pokémon, sucede algo similar, no es mi serie favorita (tal honor va para The Legend of Zelda y Mega Man, es un empate), pero sin duda es la más importante en mi vida, quizá especialmente porque cuando comencé a jugarlo, en 1998, yo entraba a la etapa de mi vida (la caótica alcoholescencia) que me convertiría en quien hoy soy. Para mejor ilustrarlo, actualmente, en mi Game Boy siempre traigo un juego de Zelda, uno de Mega Man y uno de Pokémon. Pero el 70% del tiempo, el que juego es el de Pokémon.


¡No menciones ese nombre!




Pero, ¿cómo fuiste a caer en este vicio?
Mi primer acercamiento a Pokémon fue en marzo de 1996, cuando el juego recién salía en Japón. En esos años yo, como casi toda mi generación, era fan from hell de Dragon Ball (en realidad lo sigo siendo), así como también un empedernido videojugador (gamers, nos dicen ahora para darle más caché), y justo en ese mes, la revista Club Nintendo (la biblia del jugador noventero) presentaba en portada el juego Dragon Ball Z2, que estaba próximo a aparecer en nuestro país. El artículo sobre el juego me voló la cabeza, y por muchos años ése sería mi número favorito de la revista, por lo que prácticamente la memoricé página por página.

Entre otras cosas, la edición en cuestión presentaba también un amplio reportaje del evento Shoshinkai Show 1995; en él se mostró por primera vez en acción la entonces impresionantemente poderosa consola Nintendo 64 y la obra de arte hecha videojuego, Super Mario 64.

Pero también se mostró en ese evento, de manera modesta, un oscuro juego para Game Boy llamado "Pocket Monsters". Ante el impactante Mario 64, nadie le prestó atención y Club Nintendo apenas le dedicó un párrafo y un par de fotos tamaño microscópico, pero lo poco que leí llamó mi atención: se trataba de un RPG (juego de rol, para mis lectores no gamers) que permitía, gracias al cable de conexión del Game Boy, intercambiar personajes. Tratándose de un juego de rol, género en el que los personajes adquieren habilidades particulares según las acciones del jugador (en consecuencia, ningún personaje de un RPG es igual al de otro, aunque se trate del mismo juego), no podemos negar que la idea es interesante. Además del intercambio, permitía combatir de la misma manera. Este original concepto fue ideado por Satoshi Tajiri (una persona muy introvertida, por cierto).

Lamentablemente, el juego no salió de Japón, a pesar de que en ese país se convirtió en un fenómeno masivo. No volvería a saber de este juego sino hasta dos años después, cuando en el Shoshinkai de 1997 (reportado en la edición de marzo de 1998 de Club Nintendo) Nintendo anunció que exportaría Pokémon (abreviatura del original "Pocket Mosters" acuñada por los fans, que para esas fechas ya había prácticamente reemplazado al nombre original) al resto del mundo. Y esta vez todos pusieron atención, con todo y que en ese Shoshinkai, como en el del '95, se mostró también una otra obra maestra, me refiero claro, a The Legend of Zelda: Ocarina of Time, y debido a ello, me emocioné bastante. Para 1998 era yo un otaku (afición que más o menos dejaría pocos años más tarde) y el anime de Pokémon era algo de lo que esta tribu no paraba de hablar en esas épocas (además de Neon Genesis Evangelion, claro está), por lo que las ansias por jugar el juego y ver su adaptación animada me corroían. Cursaba yo sexto de primaria, por cierto.



El juego llegó a América el 28 de septiembre de 1998, y yo compré mi copia el 9 de noviembre (el día del cumpleaños de mi hermana... qué mal hermano fui: no le di regalo y en lugar de eso me compré un videojuego con el dinero que tenía...). Ya iba yo en secundaria, de modo que mi larga espera por jugar por primera vez un juego de Pokémon sin duda es uno de los tantos recuerdos que poseo de mediados de 1998, periodo de transición en que dejé de ser un niño de primaria y comencé mi camino como adolescente en la secundaria (con todo lo que ello implica: nueva escuela, nuevos amigos, etc.). El momento ideal para que un videojuego marcara mi vida y lo considere parte de mi bagaje personal (lo cierto es que de toda mi vida, mis recuerdos más añorados son aquéllos que me remiten a 1997 y '98). Por eso amo Pokémon.

Algunos años más tarde, después de tanto pokémonazo, una vez que completé mi Pokédex (enciclopedia que registra los pokémones capturados) del segundo juego (250 criaturitas, ni más ni menos), me harté y lo dejé por la paz. Pero en el 2007, dos semanas en el hospital hicieron mella en mí. Fue un periodo duro que pude sobrellevar gracias a que mi papá me compró algunos libros, y a que mi mamá me llevó mi Nintendo DS... con un juego de Pokémon adentro. Así que desde mi cama de hospital volví al rebaño, me reconcilié con mi viejo amor y desde entonces no lo he dejado (literal, al menos una vez al día juego algo de Pokémon). Por eso amo todavía más a Pokémon.

De la vista nace el amor
Uno de los aspectos que más llama mi atención es sin duda el apartado visual.

Todo el arte oficial de los videojuegos de Pokémon (el anime, manga y juego de cartas se cuecen aparte) proviene de la mano de un solo hombre: Ken Sugimori. Las ilustraciones promocionales de los juegos son siempre lo primero que busco cada que un nuevo juego de la serie es anunciado. Con un estilo sencillo pero muy peculiar, claramente influenciado en sus inicios por Akira Toriyama (autor de Dragon Ball, para acabarla de amolar), los trazos de este ilustrador han dado un sello distintivo a la franquicia, que la aleja un poco del estilo clásico del anime genérico de ojos gigantes.

Y ya que hablamos de Akira Toriyama, díganme si no: ¿apoco no Red (protagonista del primer juego, conocido en la serie de TV como Ash) parece una mezcla de Goku y Vegeta?


Producto de un romance saiyajin


En adición, los Pokémon, verdaderos protagonistas de estos juegos, siempre me han parecido de lo más curioso y original (en contraste con los más bien burdos y predecibles Digimon y demás clones), si bien la creatividad ha decaído un poco en las más recientes entregas. Pero el trazo chingón sigue ahí.




These Pokémon kick ass



Cierto que el estilo de Sugimori ha cambiado con el paso de los años y hoy luce más cercano al anime convencional, pero todavía puede distinguirse de entre los demás. Y aunque me gustaba más su viejo estilo, su actual manera de dibujar todavía me parece atractiva (en el sentido literal de la palabra: todavía me atrae) al punto en que es una gran influencia en mi propio modo de dibujar humanos. Creo que soy un buen imitador de Ken Sugimori.




¿Y qué tal suena?
La música de un videojuego también juega un importante papel. En cuanto a ésta, los primeros juegos fueron musicalizados por Jun'ichi Masuda. La música de las primeras dos entregas (Red/Blue y Gold/Silver respectivamente; cada juego tiene dos versiones, con el pretexto de intercambiar pokemones) era muy percusiva. En mi opinión suena como a marchas militares, atmósfera que encaja perfectamente con el concepto de entrenar criaturas y ponerlas a pelear; melódicamente, las canciones de Jun'ichi se caracterizan por ser al mismo tiempo pegajosas y emocionantes, ocasionalmente son épicas incluso.



A partir del tercer juego (Ruby/Sapphire), algo en el camino erró y Satoshi Tajiri, creador de la serie, abandonó el proyecto y fue precisamente Masuda quien tomó la batuta como director de la franquicia, relevando el trabajo musical a un equipo conformado por Go Ichinose (quien en los juegos anteriores había programado los efectos de sonido), Hitomi Sato y Morikazu Aoki, quienes han hecho relativamente un buen trabajo, pero muy distinto del que hizo destacar a Masuda.

Quizás sea por ello que de las versiones Gold y Silver a las versiones Ruby y Sapphire haya una diferencia tan abismal en la jugabilidad

, que muchos sienten que a partir de estas últimas los juegos empezaron a chafear, razón por la cual legiones de fans reniegan de todo juego posterior a Gold/Silver. Personalmente, aunque me siguen gustando las nuevas secuelas, sí considero que a partir de la llamada tercera generación se perdió parte del encanto y ningún juego ha alcanzado las alturas a las que Gold/Silver llegó.

Volviendo al tema de la música, el cambio del que hago mención es bastante notorio en los intros del juego, que siempre son el mismo tema con nuevos arreglos, y es que mientras que los intros de Red/Blue y Gold/Silver hay mucha percusión (como ya hice notar), en Ruby/Sapphire y Diamond/Pearl, lo que domina son los instrumentos de viento. Aquí les dejó el intro de mi juego favorito, Pokémon Gold:




En fin, podría pasar horas y horas hablando de Pokémon, su intrincado sistema de batalla, cómo funcionan los intercambios... pero mi intención era solamente expresar el por qué de mi amor por esta serie de juegos que a ojos de tantas personas son más bien una idiotez para niños (lo cual constituye una enorme falsedad, competir con otras personas requiere de estrategias muy complejas)... y lo cierto es que son casi las 3 de la mañana, a pesar de que comencé a redactar esto al rededor de las 11 de la noche.

Así que me despido, no sin antes recomendarles a quienes tengan la oportunidad, le den una checada a estos jueguitos. Tienen el sello de aprobación del siempre exigente (yo más bien diría remilgoso) Veggie Popper.



Smell ya' later.

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